Sobre la inutilidad de los poetas, enemigos públicos número uno

En el día mundial de la poesía

Cultura 26 de marzo de 2024 JESÚS MARÍN

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Escribir poesía no sirve absolutamente para nada. No nos va a sacar de la pobreza. Tampoco mitigara la infelicidad. Ni tampoco salvará a los niños de morir de hambre. Quizá la poesía salve una noche a un hombre vencido por una mujer; ampare a un hombre que encuentra a su Dios en algún verso; será el licor para sobrevivir esa angustiosa del nuestro infierno personal. 
Escribir poesía es un acto que debería estar prohibido. Fomenta la locura entre los hombres y pondera los sueños en pesadillas dantescas. Provoca visitar los panteones a la luz de la luna para leerle a los muertos, público cautivo que no protestará ni abucheará al poeta. 
Escribir poesía es uno de los actos más valientes del mundo. Significa desgarrarse el alma y abrirse las venas a la media noche, cuando cualquier dolor nos sofoca el corazón, y la amada pérfida traidora mujer iluminadora de nuestras soledades, nos habla de la ausencia de su desamparo.
Es en aquel momento que, por misteriosos designios y oscuros dioses, un poeta toma la pluma y vierte en pequeñas gotas,sangre de su sangre, difunde en papel en blanco, en trozos de servilleta, o en la brillante pantalla, el torrente de sentimientos, traumas y complejos, que puntualizan su relación con el mundo que lo rodea y atormenta, para recrear un lugar perfecto en su corazón, a salvo de la decadente vulgaridad de la realidad.
Embellecerlo con su dolor y rebeldía, mundo perfecto e inamovible en la mente y el corazón de un poeta. Mundo posible por gracia y obra de estos versos, ante el cadáver del poeta que yace degollado en mudas estrofas, cantares de mundos ideales, gorriones que centellean resplandecientes.
Es cuando los fantasmas de la niñez, los susurros de la muerte cobijan al pobre y desvariado poeta, lo conducen por tenebrosos sitios, olvidadas catacumbas, y cada uno es Dante, escribiéndole a su amada Beatriz.
Hay poetas de todos tipos, para cualquier clase de trauma y dolor, poetas de fin de semana pegados a una cahuama. Poetas falderos que persiguen el verso con cualquier pinche pretexto. Poetas putos que putizan su inspiración por las migajas de unos muslos, por una multitud de aplausos ciegos. 
Poetas rosados del culo que cacarean cuando defecan sus poemas. Poetas culos que no dicen la palabra pucha ni verga por temor a que se les haga agua la boca. Poetas sin la mínima idea de lo que es la poesía. Poetas que se creen los voceros de Dios y de la moral. Poetas de cantina y de burdel.
Poetas que comen santos y cagan diablos. Poetas muy mamones que parecen andar siempre con un pedazo de caca entre el labio y la nariz, insufribles en su tragedia amorosa, lanzando pestes, principalmente contra la que les negó la nalga. Y desdeñan toda poesía que no rime y no tenga el sello de la real academia, escrita desde una falsa realidad, de una pedante inspiración, y por lo tanto no verosímil y por lo tanto insufrible y acaban chupándose el pito entre ellos, hablando de dioses griegos y de elevadas moralinas filosóficas de mierda, apuñalándose en cuanto se dan la espalda.
Y están los otros poetas, los que tratan de escribir desde la realidad que los atraviesa, desde el dolor de pasar noches en vela, al amparo de una cahuama, de un cigarro de mota, acunando entre sus brazos el recuerdo de esa hermosa muchacha.
Gimiendo por su vientre y por el sabor de su panocha. Esos que te encuentras en la calle, tirados en la banqueta, oliendo a orines, con moscas verdes danzando entre su aroma de fétidos romances. Poetas que no escriben para salvar al mundo ni para ensalzar a todo culero Dios.
Escriben para rescatarse del naufragio que sobreviven. Escriben para no estar solos. Poetas que nomás piden una anforita que ahogue el recuerdo de una mujer, adormezca el dulce latido por la madre muerta, por el padre fallecido, por el hermano caído en aras del deber, por morir de amor por una mujer.
Poetas que lo único que escriben y describen es el mundo acorralado, la crucifixión de a diario, la puñeta desperdigada, el estreñimiento del corazón, la nunca mal cogida, la tristeza que los consume, el sentimiento de no pertenecer a ninguna parte,
Y han de estar solos, morir solos. Joderse solos. La poesía no sirve absolutamente para nada, cierto, no ha vuelto millonarios a ningún poeta, ni ha detenido guerras, derribado gobiernos; pero es indispensable para sostener a los hombres en sus momentos más álgidos, en donde la chingada nos arde y la traición nos carcome. Cuando el amor duele sobre todos los huesos y en todas las vísceras.
La poesía es indispensable ante la ausencia de cualquier Dios: la poesía sirve para enamorar a las mujeres, para curar las heridas del alma, para acabar tirados en las puertas de una iglesia.
Rezar al amor que nos consume, la poesía es alimento esencial del hombre, medicina que cura el dolor y cierra los ojos a los moribundos. Ningún hombre es una isla, es parte de un poema que alguien está escribiendo en este santísimo momento en una cantina, en la mesa de un bar, en la banca de un parque o en la cama de un hotel, encima de una mujer con las piernas abiertas, en la tumba abierta de sus venas, con la cerveza a punto de acabársele, con el retrato de esa linda chaparra que nos partió el corazón.
La poesía no sirve para nada, pero es esencial para vivir. Para no morir solo. Para seguir creyendo en Dios. Y para enamorar a las mujeres.

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