¿Existe democracia dentro de Morena?

Aparentemente no, dadas las numerosas evidencias de la prevalencia de decisiones cupulares dentro de un partido que dice promover la democracia

Nacional 05 de marzo de 2024 PATRICIA BARBA ÁVILA

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El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros. Ambrose Gwinet Bierce

Pocas veces la frase de Ambrose Gwinet Bierce había cobrado tanto sentido como en el análisis de lo que desde hace varios años ha venido ocurriendo con el Partido Movimiento de Regeneración Nacional, nacido de la convicción de un líder como el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador que en 2011, tras separarse del PRD, decidió crear una organización que no sólo sirviera de modelo sino que impulsara la auténtica democracia, aquélla en la que son los ciudadanos los que mandan.

 

Lamentablemente, lo que ha venido ocurriendo con MORENA, especialmente después de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y el Instituto Nacional Electoral decidieron intervenir en la elección interna de este partido, algo inusitado y evidentemente inaceptable, para colocar en la presidencia a Mario Delgado Carrillo, un neoliberal de clóset si nos atenemos a su trayectoria en la que la corrupción y sus esfuerzos en pro de la política privatizadora, son parte de la historia reciente.

 

Pero no sólo su trayectoria lo retrata fielmente como anti-democrático y simpatizante del neoliberalismo sino la forma tan desaseada y violatoria del estatuto de Morena con la que ha conducido a este partido, promoviendo a auténticos tránsfugas del prianismo para puestos de elección popular en todos los procesos electorales efectuados desde que él ha encabezado la dirigencia morenista, la cual, tristemente, ha apoyado ampliamente su errática conducción. Aquí, escandalosamente, no se puede dejar fuera a la cúpula de intelectuales que encabeza el Instituto de Formación Política de Morena quienes, en el último congreso, se dedicaron a descalificar e insultar a los militantes que con toda razón se opusieron a lo ocurrido en aquel evento.

 

Creo que en un entorno en el que la palabra “democracia” ha perdido no sólo su valor sino su verdadero sentido, lo que ha venido sucediendo dentro de Morena refleja fielmente este abaratamiento de un concepto valiosísimo que tendría que inspirar las luchas y esfuerzos por lograr justicia social y verdadera igualdad económica entre todos los integrantes de una comunidad, en cualquier parte del planeta. Lamentablemente, esta situación no es privativa de Morena si nos atenemos a lo que por décadas ha ocurrido en el vecino país donde los ciudadanos no tienen ninguna opción distinta al Partido Republicano o el Demócrata, claramente alejados de la voluntad y bienestar de sus votantes. 

 

Regresando a México y su partido en el poder, situaciones tan inaceptables como lo acontecido en Coahuila cuando se decide apoyar, contra viento y marea, en este caso, contra la decisión de millones de ciudadanos, a un individuo que encarnaba todos los antivalores contra los que tanto AMLO como sus seguidores hemos luchado por décadas: Armando Guadiana Tijerina, el senador recientemente fallecido. Ni las fuertes protestas de alrededor del 50% del Consejo Estatal morenista ni las nutridas protestas de simpatizantes lopezobradoristas lograron dar marcha atrás a la vergonzosa negociación que la cúpula de Morena llevó a cabo con la cúpula prianista en aquella entidad. Simplemente el mandamás Delgado impuso su voluntad declarando que “la encuesta” del partido había dado como ganador a Guadiana. Claro que el resultado fue lo que miles de coahuilenses temían: la permanencia del PRIAN. 

 

El caso Coahuila es, quizá, el botón de muestra más palpable e insultante de una práctica que es cotidiana en Morena bajo la dirigencia que hoy padece y que ha ignorando olímpicamente no sólo los llamados de millones de militantes reunidos en la Convención Nacional Morenista sino las críticas y repudio de un amplio número de lopezobradoristas que seguimos siendo testigos del desvío ideológico de un partido que llegó a considerarse “la esperanza de México” pero que, dadas las evidencias, simplemente no puede considerarse como tal por el indiscutible motivo de que cuando se irrespeta e ignora la voluntad de la militancia, no se puede pretender que se impulsa la democracia a escala nacional. Es contradictorio e inaceptable.

 

Nos acercamos, quizá, a la elección más trascendental de nuestra historia reciente precisamente porque está en juego el Proyecto de Nación llamado 4T que, sin el concurso del partido Morena, ha sido impulsado por su fundador, AMLO, quien como director de orquesta, pero sin orquesta, ha trabajado incansablemente el equivalente a dos sexenios, para darle vida a su larga aspiración de que en nuestro país finalmente el pueblo viva con dignidad y oportunidad de ser feliz. Justamente una de las metas que perseguimos todos los que nos aterrorizamos ante la perspectiva de un regreso del conservadurismo corrupto y entreguista, es el tan anhelado Plan C que consiste en lograr la mayoría calificada para así poder aprobar reformas constitucionales que regresarían a nuestra Carta Magna a su espíritu original, el de 1917; no obstante, prevalece en un creciente número de simpatizantes y militantes del lopezobradorismo que queremos fortalecer la 4T, un temor fundado de que no se alcance tal mayoría porque la corrupta cúpula morenista colocará al votante pro-4T en una situación tan imposible como la generada en 2021 cuando un buen número de sufragantes, irritados por la ínfima calidad moral de los promovidos por Delgado et al, optaron por otro candidato o anularon su voto. 

 

Creo que ya no hay tiempo de dar marcha atrás a las decisiones cupulares que han desviado a Morena de su espíritu original y lo han transformado en un receptáculo de lo peor del prianismo: los oportunistas hipócritas que solían no hace mucho denostar al Presidente y su proyecto y que de repente y “mágicamente” se convirtieron en decentes y pro-4T. Tendremos que seguir pugnando porque se genere una instancia ciudadana que vigile el quehacer no sólo de servidores públicos sino de dirigencias dentro de partidos que se promueven como impulsores de la auténtica democracia.

 

 

La democracia no es el silencio sino la claridad con que se expone los problemas y la existencia de medios para resolverlos. Enrique Múgica Herzog

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